EL CONCIERTO DE
LOS PIXIES
Pues sí. Los meses de espera con la entrada
en la mano –o en el archivo informático- fueron sobradamente compensados con un
concierto sólido y contundente, como corresponde a su historia. Los Pixies
fueron fieles a sí mismos: no hubo saludos, no hubo guiños al público, no hubo
bises… solo música. Dos horas de frenesí
rockero, con el calificativo que prefieras, alternativo, independiente,
progresivo, postpunk… pero rebosante de energía, watios, gritos, cuidado
descontrol, las señas de identidad que les llevaron a ser referentes en la
escena rock entre 1987 y 1991.
Black Francis –su líder indiscutible- ya no
es aquel joven y saludable muchacho rubio que recuerda Gary Smith, su descubridor
y productor, en la presentación del recopilatorio Death to the Pixies de 1997,
pero su forma de entender la música y su energía vocal, poco han variado. Es
cierto que en sus álbumes en solitario su calidad como compositor la ha trasladado
a otros géneros más sofisticados y tranquilos, pero en escena, 32 años más tarde,
sabe bien lo que todos esperamos de él y del grupo, un conciertazo que a su vez
sea un baño de nostalgia. Y eso fue lo que nos regaló en el Coliseum de A
Coruña el pasado sábado. Prácticamente sin tregua durante las dos horas de
concierto, repasó sus grandes temas –algunos casi himnos coreados por el
público- con ligeros descansos a base de introducir canciones de su último y
más sosegado trabajo, momentos en los que una parte importante del público se venía
un poco abajo, razón por la cual Black Francis lanzaba de nuevo otra dosis de
fiereza y ritmo, para felicidad de sus seguidores. El paso de los años los ha
convertido, además, en mejores instrumentistas y perfectamente ensamblados como
grupo. Abrieron con Gouge Away y cerraron con Debaser, lo mismo que llevan
haciendo desde 1989, intercambiando el orden o utilizando algún otro tema según
les apetezca, pues ellos –mejor dicho, el- son los que mandan.
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